martes, 3 de abril de 2012

Os gustará, seguro

Hace mucho que no publico ninguna entrada, casi cuatro meses creo, así que me he dicho: "hoy tienes que publicar". Y aquí está, son un par de cuentecillos de Anthony de Melo que he encontrado por ahí:


“Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para salir a buscarlo”.
“Permiso denegado”, replicó el oficial. “No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”.
El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso: “¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?”.
Y el soldado, moribundo, respondió: “¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: "Jack... estaba seguro de que vendrías"“.

Y el otro:

Una niña estaba muriendo de una enfermedad de la que su hermano, de dieciocho años, había logrado recuperarse tiempo atrás.
El médico dijo al muchacho: “Sólo una transfusión de tu sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás dispuesto a dársela?”.
Porque los hermanos mayores siempre intentaran algo
para hacerte sonreír...
Los ojos del muchacho reflejaron verdadero pavor. Dudó por unos instantes, y finalmente dijo: “De acuerdo, doctor, lo haré”.
Una hora después de realizada la transfusión, el muchacho preguntó indeciso: “Dígame, doctor, ¿cuándo voy a morir?”. Sólo entonces comprendió el doctor el momentáneo pavor que había detectado en los ojos del muchacho: creía que, al dar su sangre, iba también a dar la vida por su hermana. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario